Helados amargos y lunas de queso | Un cuento
El señor de los helados era un monstruo y le había pedido guardar el secreto. Con una sonrisa torcida, mientras se abrochaba el cinturón, lo había amenazado: iba a lastimar a mamá si abría la boca.
El señor de los helados era un monstruo y le había pedido guardar el secreto. Con una sonrisa torcida, mientras se abrochaba el cinturón, lo había amenazado: iba a lastimar a mamá si abría la boca.